Estación Sufragio: Día del Hombre

 

 

Por: Adalberto Carvajal

AEl martes 19 de noviembre se conmemoró el Día Internacional del Hombre, establecido en 1992 en Estados Unidos por Thomas Oaster, director del Centro de Estudios Masculinos en la Universidad de Misuri-Kansas, pero reconocido por la UNESCO en 1999[1].

Aunque muchos de mis congéneres lo celebran como una reivindicación del hombre frente a los avances del feminismo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura su objetivo, resume Wikipedia, es: “abordar temas como la salud masculina, resaltar el papel positivo y las contribuciones que realizan los hombres en su comunidad y en la sociedad, promover la igualdad de género, la paz, la no violencia, la equidad, la tolerancia y el entendimiento”.

Desde los estudios de género se ha impulsado la idea de una nueva masculinidad que, de acuerdo con la Instancia Ejecutora del Sistema Integral de Derechos Humanos (IESIDH), es una manera de expresar “nuestras masculinidades mediante prácticas más respetuosas, igualitarias y sanas en todas nuestras relaciones (familiar, laboral, social, etc.) y con nosotros mismos”[2].

Pero “un cambio de paradigma en el estudio de la historia de las relaciones de género” es el que propone el libro del historiador español Daniel Jiménez, ‘Deshumanizando al varón. Pasado, presente y futuro del sexo masculino’ (2019), que la argentina Roxana Kreimer reseñó en su videocolumna ‘Filosofía para la Vida’[3].

EL PATRIARCADO, ¿EXISTE?

Licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Kreimer, “dentro del mundo hispanoparlante, es una referente de la disidencia dentro del feminismo y, en términos generales, de quienes abogan por una auténtica igualdad de género”, al decir de los editores de su libro ‘El patriarcado no existe más’ (2020)[4].

Contraria al feminismo radical, lo que han denominado el ‘feminazismo’, Kreimer le atribuye a ese extremismo nada menos que la victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina hace un año[5]:

En un fenómeno multicausal, fue determinante el factor económico (una inflación anual superior al 100 %). Y hubo voto de castigo por las malas administraciones y los privilegios de muchos políticos en el ejercicio del poder. Amén de la publicidad que tuvo Milei en las redes sociales y los canales de televisión, donde los periodistas lo entrevistaban mucho más de lo que daban voz a otros políticos, porque “el loquito gritón les daba rating con sus desbordes”. Ninguna de esas televisoras hubiera dedicado tanto espacio a un proyecto de izquierda.

Sin embargo, “una variable importante para optar por un partido nuevo que nunca estuvo en el poder”, sostiene Kreimer, fue también el “hartazgo con los grupos más radicales del feminismo” que “promueven el quebrantamiento de garantías constitucionales como el principio de inocencia y del debido proceso” de hombres acusados de abuso sexual, violencia intrafamiliar o deuda alimentaria.

En ese sentido, el partido de Milei fue el único que propuso “cerrar el Ministerio de la Mujer y promulgar una ley contra las falsas denuncias que lleva a muchos hombres inocentes a la cárcel y debilita las denuncias de quienes son auténticas víctimas de la violencia”.

Es comprensible el enojo de Kreimer con posturas que, a su juicio, generaron una reacción que en países como Argentina (pero lo mismo en los Estados Unidos de Trump) han retrasado la agenda política y cultural por los derechos de las mujeres. Si bien, en descargo de la causa feminista, cabe preguntarnos si la puerta de la igualdad se hubiera abierto si no fuera a patadas, o si el techo de cristal se hubiera roto si no fuera a cabezazos.

Kreimer subraya que el discurso dominante sobre la cuestión de género lo impuso el feminismo radical, el cual sostiene que “nuestra cultura es un patriarcado” entendido como “una conspiración de los hombres para oprimir y explotar a las mujeres o, si prefieren, una estructura sociocultural de normas, prácticas y creencias que genera privilegios y subordinación” análogas a lo que señala el marxismo como división de clases.

TAMBIÉN SOMOS EXPLOTADOS:

En el resumen que hace Kreimer del libro de Jiménez, desde una perspectiva científica que tiene en cuenta no sólo los procesos culturales sino también los biológicos, al competir entre sí, nuestras culturas han explotado a ambos sexos de forma diferente al obligarlos a resolver los problemas que toda especie enfrenta: la supervivencia y la reproducción.

Muchos utilizaron el Día del Hombre para argumentar que los hombres, y no las mujeres, son los explotados. Pero tal afirmación suena a broma o ironía, porque es evidente que los hombres ocupan los puestos de poder en la política o en la economía. Si los hombres gobiernan y dirigen el mundo, ¿cómo es posible decir que esta sociedad no favorece a los hombres y negar que los hombres son unos privilegiados?

El problema de este discurso popularmente aceptado –señala Jiménez– es que sólo mira hacia arriba y, al ver que los puestos de privilegio están dominados por hombres, saca conclusiones para la sociedad en su conjunto y para todos los hombres. Es cierto, hay más varones que mujeres en la cima, pero también hay más hombres en el fango y en las cloacas de esta sociedad, en los lugares menos privilegiados.

A los hombres también les va mal en muchas cosas: se suicidan en mayor proporción, son la mayoría de las personas sin hogar, las principales víctimas de accidentes laborales, los que tienen mayor fracaso escolar y, tanto militares como civiles, el mayor número de bajas en los conflictos bélicos.

La discriminación legal masculina permanece invisible en áreas como el servicio militar obligatorio, la trata de personas, el castigo corporal, la integridad genital, el fraude de paternidad, las políticas migratorias o la justicia. Si queremos entender nuestra cultura, tenemos que aceptar que esta sociedad explota también a los hombres.

Jiménez afirma que, por lo general, lo que nuestra cultura hace es otorgar un mayor estatus al hombre y una mayor protección a las mujeres. Su libro no niega las desventajas y discriminaciones que todavía padecen las mujeres, pero retoma una historia que no destaca la narrativa predominante respecto a las desventajas y discriminaciones padecidas por los hombres.

SESGO DE EMPATÍA

Para el historiador, los problemas de los varones son excluidos del discurso político por tres vías:

– La invisibilización o negación. Por ejemplo, en las encuestas no se pregunta a los hombres sobre su experiencia en casos de discriminación de género o violencia de pareja.

– La reclasificación de los problemas masculinos como fenómenos sociales, raciales, de clase o de inmigración. Mientras los problemas de las mujeres siempre son de género y tienen nombre, los problemas de los hombres son humanos y de personas anónimas. No hay un hilado de género que una los problemas de los hombres; en cambio, hay una narrativa que une los problemas de las mujeres.

– La incomprensión de los rasgos individuales, el carácter o las actitudes masculinas. Para el discurso feminista, todas esas especificidades deben ser cambiadas: el hombre sufre presiones sociales para no expresar sus sentimientos o se encuentra constreñido por su rol de proveedor y protector, pero todo lo que tiene que hacer para resolver sus problemas es cambiar de actitud y aprender a comunicarse mejor y a pedir ayuda.

Hay un sesgo de empatía totalmente lógico porque, desde el punto de vista evolucionista, las mujeres son más valiosas biológica y genéticamente que los hombres; más desechables además. Las culturas que protegen a las mujeres tienen más probabilidades de sobrevivir y prosperar. Por eso, según esta teoría, las sociedades no envían sistemáticamente a sus mujeres a la guerra, a explorar los océanos o a trabajar en las minas, porque la comunidad enfrentaría un alto riesgo de supervivencia.

Hay una brecha entre mito y realidad del papel histórico atribuido al hombre como explotador de la mujer, señala Jiménez, quien también examina el presente estado del varón y los desafíos a los que se enfrenta, así como la invisibilidad mediática y política que nos rodea. Finalmente, explora vías potenciales para la concientización y resolución de los problemas masculinos, incluyendo propuestas legales.

Se trata de una nueva forma de entender al sexo masculino, que rompe con la narrativa asimétrica que ha dominado, sin oposición, el discurso académico, político y mediático en las últimas décadas. El historiador Daniel Jiménez sostiene que fueron ambos sexos quienes movieron y perpetuaron los roles de género tradicionales, los cuales también perjudican al hombre. No obstante, la terminología actual deposita toda la responsabilidad en el varón, al tiempo que invisibiliza y absuelve a la mujer en su construcción.

DISCURSO EXCLUYENTE

Durante décadas, las feministas han prestado atención a las maneras destructivas en que el orden social discrimina a las mujeres. La estrategia discursiva estándar consiste en presentar a los hombres como todopoderosos, moralmente quebrados y dedicados a preservar su hegemonía sobre las mujeres. Pero, de hecho, los extraordinarios avances realizados por las mujeres alrededor del mundo durante el siglo pasado han sido animados, asistidos y posibilitados de manera crucial por hombres.

Jiménez subraya que nunca hubo una insurrección armada de mujeres contra el orden patriarcal, porque dicho orden les ofrece muchos beneficios. Y porque cuando las mujeres se movilizaron contra la violencia y la discriminación que experimentaron, encontraron una audiencia receptiva entre los hombres.

El autor discute la idea de que la posición pasada y presente de la mujer, obedece a que el varón la oprimió históricamente para su propio beneficio. En realidad, dice, ha sido el resultado de una especialización sexual del trabajo para adaptarse al entorno, además de otros factores.

Por ejemplo, en el plano jurídico, la tipificación del feminicidio asume que cuando un hombre asesina a otro hombre, la víctima y el agresor comparten la misma forma de pensar y cuentan con el mismo poder; como si los hombres fueran un grupo homogéneo de asesinos en potencia.

El triunfo de esta narrativa que deshumaniza a los hombres se manifiesta en los medios de difusión donde cualquier declaración que menosprecia al sexo masculino no sólo es tolerada sino merecedora de un encabezado.

Se han publicado en la prensa argentina titulares como: ‘Confirmado científicamente, los hombres son tontos’; ‘El varón, arma de destrucción masiva’; ‘Los hombres y su pasividad ante la violencia de género’; ‘Llegará un día en el que los hombres no serán necesarios’; ‘Hijos de un Dios machista’ o ‘Para compensar su debilidad frente a las mujeres, los hombres buscan el poder’.

Y en el plano político, el plan migratorio del gobierno marroquí incluyó la regularización de todas las mujeres inmigrantes, mientras que a los hombres se los evalúa caso por caso; este programa está financiado por la Unión Europea, pero el Instituto Europeo por la Igualdad de Género jamás protestó.

El Congreso de Guatemala aprobó un protocolo de actuación en el 2016 que únicamente se aplica a las personas desaparecidas de sexo femenino. Y España impone penas superiores a los varones que a las mujeres en casos de violencia contra la pareja. Con el aplauso de diarios como El País, los españoles fueron excluidos de las políticas microfinancieras para salir de la pobreza, un programa apoyado por Naciones Unidas.

¿NOS LO MERECEMOS?

Los problemas masculinos por razón de género se niegan o minimizan debido a la calidad de opresor adjudicada a los hombres. Y las medidas discriminatorias se reinterpretan como una erosión de sus privilegios. En otras palabras, ¡nos lo merecemos!

En la gran mayoría de las culturas, el varón ha gozado de un estatus superior a la mujer. Incluso en materia de autoridad sobre la esposa, como lo demuestran la antigua ‘licencia marital’ en España o la doctrina legal conocida en Inglaterra como ‘cobertura’.

La ‘licencia marital’ era un permiso legal que necesitaban las mujeres españolas casadas para realizar ciertos actos o decisiones legales y administrativas, tales como trabajar, abrir una cuenta bancaria, viajar al extranjero, firmar contratos o disponer de sus bienes.

En Inglaterra, la ‘cobertura’ era algo similar: las mujeres casadas no podían poseer propiedades a su nombre, firmar contratos legalmente vinculantes, ganar un salario o redactar un testamento, si no contaban con el consentimiento de su esposo.

Pero ¿por qué tantos grupos humanos han llegado arreglos similares?, se pregunta Jiménez. Atendiendo a la narrativa de género, la respuesta es fácil: por el deseo del hombre de dominar a la mujer y por contar con los medios para hacerlo.

En su libro, el autor hace una lectura muy distinta de la historia que desglosaremos en la siguiente entrega de esta columna.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com


[1] ‘Día Internacional del Hombre’. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Día_Internacional_del_Hombre

[2] ‘Nuevas masculinidades’. IESIDH. https://sidh.cdmx.gob.mx/storage/app/media/CONTENIDOS%202023/TIPTICOS%20DE%20DDHH/TRIPTICO%20NUEVAS%20MASCULINIDADES%202023.pdf

[3] ‘Deshumanizando al varón. La historia de las mujeres como no te la contaron’. Roxana Kreimer, 19 de noviembre de 2024. https://www.youtube.com/watch?v=EC7Fp9L0c1U

[4] ‘El patriarcado no existe más’, Roxana Kreimer. Editorial Galeana, 2020. https://books.google.com.mx/books/about/El_patriarcado_no_existe_más.html?id=iZsPEAAAQBAJ&source=kp_author_description&redir_esc=y

[5] ‘¿Por qué ganó Milei? Lo que se viene (análisis de su plataforma electoral)’. Roxana Kreimer, 19 de agosto de 2023. https://www.youtube.com/watch?v=aEjUgXyv8Y4