
Ojo de Mar: Hora de Roma
Por: Adalberto Carvajal
Por casualidad estaba terminando de ver Cónclave (2024) de Edward Berger, cuando –lo supe después– ocurrió el deceso de Francisco. Había descargado la película de una plataforma digital que la puso en venta, pero decidí volverla a ver cuando estuvo disponible en otro servicio de streaming.
Como ya lo describe la novela de Robert Harris, en la cinta la muerte del papa ocurre en su cuarto hotelero de la residencia de Santa Marta. No en los apartamentos papales del Palacio Apostólico, donde vimos fallecer a los pontífices en anteriores recreaciones cinematográficas.
Y en forma similar a lo que ocurre en las ficciones políticas de Morris West –un antiguo monje que escribió cuatro novelas sobre el papado, sin incluir en esta rama de su producción narrativa la historia de un promotor de la fe o abogado del diablo, y una biografía sobre Giordano Bruno, el hereje que murió en la hoguera–, la trama de Cónclave anticipa algunas de las situaciones que podrían presentarse en la elección del sucesor de Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.
Como se muestra en la multi nominada a varios de los premios más importantes de la industria y ganadora del Óscar a mejor adaptación de una obra literaria, durante el próximo cónclave no sólo se definirá el nombre del siguiente papa sino, también, el modelo de Iglesia que se impondrá en Roma.
Bernardo Barranco[1] señala que durante el pontificado de Francisco se dio en la Iglesia una sonora disputa entre el reformismo del papa jesuita y su contraparte, el tradicionalismo católico que aspira a recuperar el control del Vaticano. Para el conductor de Sacro y Profano, “la Iglesia Católica no escapa a la atmósfera de polarización política existente en gran parte de los países en occidente”.
El programa de televisión donde lo dijo, se emitió cuando Francisco ya estaba enfermo y se anticipaba si no su eventual fallecimiento, una probable dimisión ante la imposibilidad de cumplir dignamente con los actos litúrgicos. En cualquier caso, la sucesión era inminente.
En ese clima de vacío de poder –que finalmente no se dio, puesto que el papa condujo todavía el ceremonial del Domingo de Pascua– y de atmósferas sucesorias, “el peor escenario a corto plazo” era “la abrupta cancelación de las iniciativas de Francisco sobre la sinodalidad y la orientación del año santo jubilar”, resume el mismo Barranco en su columna de La Jornada[2].
CRISIS DE LA IGLESIA
Bergoglio fue un papa reformista y heredero de la originalidad del Concilio Vaticano II, pero enfrentó a lo largo de su pontificado “una férrea oposición conservadora” por parte de quienes, desde hace años, deseaban su muerte “para recuperar el poder perdido”, escribe el sociólogo especializado en temas de religiosidad.
Sometida a las más diversas influencias ideológicas presentes en el mundo secular, la institución católica no escapa a las corrientes en boga. Y en el próximo cónclave se enfrentarán “dos grandes visiones antagónicas de la relación que debe guardar la Iglesia con el mundo contemporáneo”.
Si el modelo eclesial es “la postura que tiene la Iglesia frente al mundo en un momento determinado histórico”, a la posición “ultraconservadora que ha ganado peso con el ascenso de las versiones de la ultraderecha política” en Europa y países de América como Estados Unidos o Argentina, se opondrá en el cónclave “la continuidad de la línea de Francisco: reformas de apertura y una Iglesia en movimiento”.
Los conservadores apelan “a la vieja tradición de la Iglesia” porque ven la modernidad contemporánea como una amenaza aterradora que, con menos “restricciones en temas como los divorciados vueltos a casar, la sexualidad, el matrimonio homosexual, el control de la natal y el aborto”, podrían terminar diluyendo “la ancestral identidad católica”.
El modelo bergogliano apunta a adaptar la Iglesia a los desafíos actuales del mundo contemporáneo. El ultraconservador, en cambio, es una “apuesta por el pasado”: por regresar a la misa en latín y revertir las reformas litúrgicas; por mantener el viejo rol de las mujeres, ya que en el nuevo –dicen– desatienden la familia.
Además de su apego a la vieja moral, los retrógrados cuestionan el enfoque ecologista y la defensa de los migrantes de un papa cuya autoridad nunca reconocieron y a quien, incluso, tildaron “de masón, marxista [y] enemigo de la verdadera iglesia”.
Para ello contaron con “el apoyo de poderosos grupos empresariales”, especialmente de los que fueron criticados por Francisco, “como los lobbies internaciones de petroquímica y empresas petroleras señaladas por él en la encíclica Laudato Si’ [o] las empresas madereras y de extracción denunciadas en el Sínodo sobre la Amazonia”.
El pontificado de Francisco –concluye Barranco– interrumpió 34 años de papados conservadores: los 26 años de Juan Pablo II y los casi ocho que gobernó Benedicto XVI. “Ambos echaron atrás el espíritu reformista del Concilio Vaticano II”. Ratzinger habló incluso de dos concilios: “el real y el mediático”. Pero lo cierto es que “en ambos pontificados se incubó la crisis actual de la Iglesia. Esto es, escándalos financieros, encubrimiento de pederastia y encumbramiento de personajes siniestros, como Marcial Maciel”.
REALIDAD, COPIA DE LA FICCIÓN
Esta columna y la siguiente entrega tienen el propósito de exponer cómo la industria cultural retrata la realidad vaticana, y cómo la vida acabó copiando a la ficción política plasmada en el papel, la pantalla o el escenario.
Si vamos a hablar de teatro, vale empezar por la obra del mexicano Luis G. Basurto, El Candidato de Dios (1987), que retomó la tesis expresada por David Yallop en su reportaje en libro En el Nombre de Dios (1984) acerca de la inesperada muerte de Albino Luciano, el primer Juan Pablo, a 33 días de su elección.
Yallop enmarcó la sospechosa muerte del papa en el escándalo por los malos manejos financieros en la Iglesia. Millonarios recursos para obras pías se triangularon entre el Banco Vaticano y el Banco Ambrosiano, en una operación de lavado de dinero que Luciani presuntamente iba a revelar. Tal habría sido el móvil de su asesinato.
A esta trama corresponde el argumento de El Padrino, parte III (1990), escrito a cuatro manos por el director de la cinta Francis Ford Coppola y el novelista Mario Puzo: un ficticio cardenal Lamberto que oyó en confesión a Michael Corleone, es electo papa y un mes después asesinado por la mafia criminal y eclesiástica que controla los negocios inmobiliarios de la Santa Sede.
La versión del asesinato fue desvirtuada por otro reportaje igual de extenso al de Yallop. Escrito por encargo del Vaticano, Como un ladrón en la noche: la muerte del Papa Juan Pablo I (1989) de John Cornwell sugiere que el patriarca de Venecia, un hombre bueno que contaba en la radio historias a los niños usando como ejemplo a Pinocho, ya estaba muy enfermo cuando fue electo por los príncipes de la Iglesia y, simplemente, murió agobiado por las responsabilidades que se le venían encima.
EL AÑO DE LOS TRES PAPAS
Cuando corrió la noticia de la muerte de Francisco, especialmente quienes conocían la urgencia de los sectores conservadores porque se elija a un nuevo papa, se preguntaron si estábamos ante una nueva muerte inexplicable en el Vaticano. Horas después se informó que Bergogilo murió como consecuencia de un accidente cerebrovascular.
En su convalecencia, este desenlace era previsible. Ciertamente habría habido mayores suspicacias si se tratara de un papa recién electo, pues existe la leyenda de que los papábiles se someten a un exhaustivo estudio médico, cuyos resultados difunden como una manera de fortalecer su candidatura.
En circunstancias ideales se prefiere a un cardenal relativamente joven, fuerte y saludable que garantice un papado largo (fue el caso de Juan Pablo II). Pero cuando no está claro el rumbo que debe tomar la Iglesia, se opta por un cardenal con una esperanza de vida menor que prometa un papado de transición (como el de Juan XXIII).
Nadie pensó en el primer Juan Pablo como un papa de pontificado corto. Tenía 65 años de edad cuando fue electo. Y si bien carecía de experiencia diplomática (no había sido nuncio) y curial (nunca estuvo al frente de alguna congregación o de los dicasterios que componen la Curia Romana, el órgano administrativo de la Santa Sede), le sobraba humildad: rechazó la milenaria tradición de la coronación papal y también la tiara; en su lugar, optó por una simple misa de inauguración[3].
La teoría de la conspiración se centra en una de las coincidencias que se dieron entre la muerte de Luciani y la elección de Juan Pablo II: Karol Wojtyla había quedado segundo en la votación del cónclave de 1978 que arrojó el nombre del italiano, y agencias de inteligencia como la CIA no pasaron por alto esta coyuntura.
Muerto Luciani, el solio fue para el cardenal de Cracovia. Y el papa polaco resultó un aliado invaluable del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y de la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Tatcher, no sólo para acabar con el comunismo soviético sino para imponer el capitalismo en el mundo, en su vertiente más despiadada: la del modelo neoliberal.
Tan visible resultó la participación de Wojtyla en la caída del muro de Berlín, que basta recordar cómo la desintegración del Pacto de Varsovia comenzó con el movimiento Solidaridad y su huelga en los astilleros de Gda?sk. El antiguo sindicalista Lech Walesa fue luego presidente de Polonia, y hoy es uno de los cabecillas de la internacional reaccionaria.
El riesgo que implicaba la llegada al papado de un eslavo para los intereses de la Unión Soviética, llevó al atentado a balazos contra Juan Pablo II en la plaza de San Pedro a manos de un fanático musulmán. Según confesó el propio reo, Alí Agca actuó instigado por los servicios de espionaje búlgaros, cuando Sofía todavía era aliada de Moscú y no parte de la OTAN.
MUERTE EN EL VATICANO
Es muy sabido que en Las Sandalias del Pescador, la novela publicada en 1963 y llevada al cine cinco años después por el director Michael Anderson con Anthony Quinn como protagonista, el autor Morris West no sólo previó la elección por primera vez en varios siglos de un papa no italiano sino el ascenso al trono de San Pedro de un cardenal venido de Europa del Este, de un país detrás de la Cortina de Hierro. Esto se volvió realidad en 1978, con Wojtyla.
A diferencia de la película, en el libro el escritor australiano describe al nuevo papa como obispo de una de las iglesias católicas orientales. Según la costumbre en el rito bizantino, Kiril Lakota llevaba una barba tan larga como la de los popes ortodoxos. Pero en la pantalla no viste de negro sino en color púrpura, a la usanza del rito latino que se sigue en Polonia.
Para dibujar a Kiril Pavlovich Lakota, West “se inspiró en las vidas de dos obispos católicos ucranianos: el cardenal Josyf Slipyj y el obispo Hryhorij Lakota. Slipyj fue liberado por la administración de Nikita Khrushchev de un gulag siberiano en 1963, el año de la publicación de la novela”, después de la presión política del papa Juan XXIII y del presidente John F. Kennedy.
Slipyj –como el ficticio Lakota– llegó a Roma a tiempo para participar en el Concilio Vaticano II. En cambio, según la ficha de Wikipedia el verdadero Lakota murió en 1950 en un gulag soviético. La enciclopedia web registra “una subtrama [que] trata sobre la relación de Kiril con un controvertido teólogo y científico, el padre Telemond”. Muchas de sus características se basaron “en el controvertido paleontólogo jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin”[4].
El Lakota novelado ejerce su ministerio en Ucrania que, en ese entonces, formaba parte de la URSS y hoy está en guerra con la Federación Rusa. Al igual que Wojtyla, tanto en la novela como en la película el personaje de West fue perseguido por parte del régimen comunista.
DEL LIBRO A LA PANTALLA
Morris West pasó 12 años en un monasterio de los Hermanos Cristianos, renovando sus votos temporales cada año, pero nunca profesó en forma definitiva.
Lo que le enseñaron en la orden acerca de teología y eclesiología, sumado a lo que aprendió en los servicios de inteligencia, el trabajo diplomático y la Real Fuerza Aérea de Australia le dieron los conocimientos que desplegó en casi cuarenta novelas, obras de teatro, guiones de cine y libros de no ficción sobre espionaje, guerras, política internacional o religión.
De cómo aparecen las entrañas del Vaticano en las historias de West, o más recientemente en la novela de Harris, Cónclave, comentaremos en la conclusión de esta columna.
Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com
[1] ‘Sacro y Profano – Ante un cónclave: dos modelos de iglesia se enfrentan’. Conduce Bernardo Barranco. Canal Once, 19 de marzo de 2025. https://www.youtube.com/watch?v=0Fh70AL_Dxg
[2] ‘Ante la salud del Papa, dos modelos de Iglesia se enfrentan’. Bernardo Barranco, La Jornada, 12 de marzo de 2025. https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/03/12/opinion/ante-la-salud-del-papa-dos-modelos-de-iglesia-se-enfrentan
[3] Juan Pablo I. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Pablo_I
[4] ‘Las sandalias del pescador (novela)’. Wikipedia. https://en-m-wikipedia-org.translate.goog/wiki/The_Shoes_of_the_Fisherman_(novel)?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc